Martín Miguel de Güemes fue el segundo hijo varón de don Gabriel Güemes Montero, oriundo de Santander, España, y de doña María Magdalena de Goyechea y de la Corte, perteneciente a una antigua y noble familia jujeña: María Magdalena fue descendiente de Francisco de Argañaraz y Murguía, fundador de la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Nuestro prócer nació en Salta el 8 de febrero de 1785, siendo bautizado con los nombres de Martín Miguel Juan de Mata; éstos dos últimos nombres se deben al santoral del día. Ingresó  como cadete en la compañía del regimiento Fijo acantonada en la ciudad de Salta a muy temprana edad.

Güemes y las Invasiones Inglesas

Integrando esa unidad luchó contra las fuerzas británicas que atacaron a Buenos Aires en 1806 y 1807.Debido a su valor Liniers lo asciende primero a alférez graduado y luego al grado de teniente de milicias de granaderos.
Por el fallecimiento de su padre y para atender al cumplimiento de sus últimas disposiciones, el joven militar volvió a Salta, donde el gobernador Isasmendi, dispuso que fuera incorporado a la guarnición local.

Batallas en el norte Argentino

Salta se contó entre las primeras ciudades del virreinato que se pronunciaron en favor de la junta de gobierno instalada en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Y Güemes, por su parte, fue de los primeros que resolvieron incorporarse a las filas de la Expedición Auxiliadora al Alto Perú.

Siendo Capitán de sesenta jinetes, en septiembre tomó posiciones en Humahuaca como jefe de la partida de observación.
Quien fuera reconocido como el gran héroe norteño tuvo participación destacada en la batalla de Suipacha, donde como señaló años más tarde el Cabildo de Salta “se cubrió de gloria”.

Al producirse la derrota de Huaqui, fue en ayuda de Juan Martín de Pueyrredón que acosado por los realistas, se retiraba de Potosí conduciendo los caudales de la Casa de Moneda.

Ya con el grado de teniente coronel, participará en campañas y acciones para recuperar parte del territorio en poder de los españoles. Enviado a Buenos Aires conduciendo un contingente de prisioneros, logra que no lo destinen a participar del sitio de Montevideo, para retornar a la tierra natal a fines de 1813.

La confianza de San Martín

Apenas asumida por San Martín a principios del año siguiente la jefatura del Ejército del Norte, éste pone su confianza en Güemes para llevar adelante la guerra de partidas contra las tropas del virrey del Perú que intentasen avanzar hacia el sur; esta ha sido una muy afortunada decisión del Libertador que le aseguró excelentes resultados en sus campañas.

Martín Güemes, José Apolinario de Saravia, Juan Francisco Gorriti (“El Pachi”) y otros serán los jefes relevantes dentro de un paisaje que militarmente organizado, logrará crear la imagen cabal de la “tierra en armas”. A partir de ese momento Güemes y sus gauchos se convirtieron en la barrera infranqueable que impidió a los españoles concretar sus objetivos por la frontera norte, logrando sólo transitorias ocupaciones del espacio patrio.

Derrotado en Sipe-Sipe, Rondeau retrocede una vez más hacia el norte del actual territorio argentino y enseguida sobrevinieron sus enfrentamientos con Güemes y su paisanaje; dolorosas disidencias a las que logró poner fin el Congreso, por entonces reunido en Tucumán.

Declarada la independencia nacional, Belgrano asumió el comando en jefe del Ejército del Norte y Güemes se hace cargo de la extrema línea de defensa. Son éstos, los grandes años del héroe salteño, los años de la guerra gaucha;  Güemes será ascendido a coronel mayor siendo el 6 de mayo de 1815 gobernador de Salta, designación que hizo también Jujuy seis meses después.

Un documento secreto de los realistas sobre los principales revolucionarios del Río de la Plata investigado por Ricardo Caillet Bois decía textualmente: “Coronel y gobernador de Salta. Patriota en el concepto de los peruleros y de ideas españolas entre los de Buenos Aires. Muy querido en Salta. No conoce la táctica militar pero es buen guerrillero a la cabeza de los gauchos”.

Sus soldados lucieron sobre el uniforme un escudo de paño con la leyenda “A los heroicos defensores de Salta”, gracias a esas tropas y a ese jefe, San Martín pudo preparar en Cuyo el ejército que le permitió llevar adelante el Plan Continental.

Los grandes vencidos fueron los jefes realistas que una y mil veces fracasaron en sus intentos de conquista: José de la Serna, Juan Ramírez de Orozco, Olañeta, Marquiegui. Junto a ellos o más tarde, también finalizaron derrotados Canterac, Valdés, Clover, Ferraz y tantos otros. Fue tan grande el fracaso realista en el norte argentino que uno de ellos testimonió tremenda y cierta confesión: “A este pueblo no lo dominaremos jamás”.

Seis invasiones realistas fueron detenidas por Güemes y sus gauchos. Se estrellaron contra los hombres de Güemes  que obedecían al caudillo siguiendo las órdenes de Luis Burela Saavedra, de Pedro José Zavala, de Pablo Latorre, de José Apolinario Saravia, José Gabino Sarolina, Juan Antonio Rojas, y otros.

Escenarios triunfales fueron: Chicoana, Guachipas, la quebrada de Escoipe, San Agustín, El Carril, El Bañado, Sumalao, La Merced, Cerrillos, y cien lugares más.

Liberado Chile, San Martín comprometió enseguida sus esfuerzos para marchar al Perú. Su expedición se hizo por el mar y fue el brazo de la tenaza que deberá cerrarse sobre los realistas que aún dominan la tierra conquistada por Pizarro; el otro brazo debió accionar desde el norte argentino y operar por las regiones altoperuanas con la conducción de Güemes.

La provincia de Salta, debía ahora hacer el último esfuerzo y articular el brazo armado de sus hijos con el de los compatriotas que habían hecho ya pie en las costas peruanas.

La muerte del caudillo

Un año difícil fue 1821 para el norte argentino. Con el enemigo enfrente, empedernidos realistas siempre dispuestos a atacar, afloraron otra vez las disidencias internas. Desatadas las pasiones chocan entre sí tucumanos y salteños, jujeños y santiagueños, llegándose así al momentáneo derrocamiento del gobernador Güemes; aunque bastó la sola presencia de éste en la ciudad de Salta para poner bajo sus órdenes a los soldados que debían atacarlo.

En la noche del 7 de junio de 1821, hallábase Güemes en Salta en la casa de su hermana Magdalena, cuando hasta la ciudad llegó una partida española que logró infiltrarse, el caudillo recibió una herida de bala en la columna vertebral, que diez días más tarde le causó la muerte.

Después de ser herido, el general fue conducido por sus hombres a la finca de los Nogués donde estaba su campamento y tuvo ocasión todavía de reafirmar sus altos ideales de liberación de la tierra patria. Teniendo por testigo a un parlamentario enviado por Olañeta, hizo jurar sobre el pomo de su espada al Coronel Vidt que continuaría la lucha hasta que el suelo natal quedara liberado.

Terminó así la vida de quien fuese uno de los máximos defensores y sostenedores de la declaración de la independencia efectuada en Tucumán, y como una centella la memoria recorre en apenas tres lustros desde el joven edecán de Liniers distinguido por su valor en ambas invasiones inglesas pasando por sus “bomberos”, su partida de observaciones, su escuadrón de Salteños, la ocupación de Tupiza, las milicias del Valle, su participación en Cotagaita y en Suipacha y en las dos acciones de Nazareno a las órdenes de Díaz Vélez.

Y en La Pedrera y en Tuscal de Velardi y en las ocupaciones de las ciudades de Salta y Jujuy para cerrarse un ciclo pleno en daciones y valor como jefe de la vanguardia gaucha en la victoria de Puesto del Marqués el 14 de abril de 1815.

Vendrá la última y fundamental etapa de su gobernación con el Libertador nombrándolo general en jefe del Ejército de Observaciones sobre el Perú, en junio de 1820, empeñándose en una lucha sin cuartel contra los realistas; y la acción, para algunos despótica y para muchos justiciera social, del Güemismo o Patria Vieja Salteña que despertó la antipatía y enemistad de la oligarquía provinciana.

Aquel heroico “Soldado de la Libertad Americana” combatió hasta el final y cuando sus restos fueron conducidos a la catedral de Salta, Juana Manuela Gorriti, la destaca da escritora salteña, que en 1822 tenía seis años y narró así ese momento:

“Todavía recuerdo el magnífico espectáculo de aquel cortejo fúnebre que vi atravesar las calles de Salta, conducido por mi padre y por Vidt, que vestidos de luto y la cabeza descubierta, llevaban con una mano las cintas de un ataud y con la otra a dos niños, Martín y Luis Güemes, que acompañaban llorando el féretro de su padre.
Detrás venían dos bellos corceles en arneses de duelo. Veíase a uno de ellos volver tristemente la cabeza, como si buscara a alguien. Era aquel “Negro”, testigo de tantas glorias y compañero del héroe hasta la muerte”.
“Después del fúnebre grupo venía una inmensa muchedumbre, pueblos enteros que desde larga distancia habían venido para tributar al gran hombre su ofrenda de lágrimas y plegarias”.
“La ciudad guardaba un profundo y doloroso silencio, interrumpido sólo por el clamor de las campanas, las preces de los sacerdotes y los sollozos de la multitud”.
“La fúnebre procesión pasó ante mis ojos como una visión mística, perdiéndose en el pórtico y las profundas naves de la catedral donde sepultaron las reliquias del héroe, al pie del tabernáculo”.

Carecemos de retratos fieles del patriota; los existentes son fruto de reconstrucciones basadas en testimonios de época. De allí que uno de sus principales biógrafos D Bernardo Frías, físicamente así lo caracteriza:

“Tenía Güemes un cuerpo esbelto y desarrollado, de talla erguida y alzada estatura, cuyo conjunto le daba una imponente presencia. No sobresalía por la hermosura de su fisonomía, que era de un blanco pálido; pero tenía no pocos rasgos de indiscutible belleza. Así eran sus perfiles delicados; su nariz alta, larga, ligeramente curva, casi recta. El corte de su boca de notabilísima perfección; los ojos de color pardo, con los párpados superiores llenos, notándose en uno de ellos la antigua cicatriz que, cuando niño le dejara una caída sufrida del caballo. Tenía una frente espaciosa. Su barba -que tomaba por expediente político para con sus gauchos, la usaba entera y crecida a despecho de la moda, y que, de regreso de sus campañas, le llegaba a tocar el pecho- era renegrida y brillante, cuadrando varonilmente su rostro de expresión agradable y bondadosa, al que daba mayor atracción y vida la profunda animación de sus ojos. Como su barba, era igualmente negro su cabello y abundante, el cual lo llevaba de la misma manera que sus gauchos, peinado hacia atrás y proporcionadamente largo”.

Mi reflexión final sobre Güemes: Siempre me pregunté por qué algunos patriotas no han tenido la repercusión en nuestros libros de historia como la merecían.  Adentrándonos en sus biografías nos damos cuenta que nuestros próceres máximos no hubieran podido lograr sus grandes triunfos sin la complicidad de estos otros inmensos hombres y mujeres como Güemes o Juana Azurduy.

También notamos que la historia que narra el  General Mitre ofrece los fundamentos para legitimar al grupo que dirige el proceso de conformación del Estado nacional, los ilustrados porteños y por lo tanto el proyecto de país que pretenden concretar. Su trabajo es fundacional de la historia oficial, principalmente el libro sobre la historia del General Belgrano, el
cual desata una polémica entre los intelectuales de la época animando la confrontación de ideas y de visiones acerca del pasado y sus próceres que marca el punto de partida del quehacer histórico nacional.

La obra “Estudios históricos sobre la revolución argentina, Belgrano y Güemes”, publicada en 1864, no sólo relata el pasado, sino que principalmente inaugura un modo particular de interpretar y hacer la historia. Reivindica el papel de Buenos Aires en el proceso independentista y concentra en ella a las grandes figuras heroicas. Con una marcada inspiración eurocéntrica, ha originado una escuela histórica denominada mitrista.

En esta versión de la historia, funcional a la centralización del poder en Buenos Aires, el General Güemes esrepresentado como un caudillo.

Según la pluma de Mitre, al igual que otros personajes denostados, Güemes habría obstruido la unificación y organización nacional. Respecto a su persona describe lo siguiente:

“La fuerza de Güemes no residía tanto en su propia individualidad, cuanto en la fuerza de las multitudes que acaudillaba y representaba, y cuya sustancia se asimilaba, y aún cuando sin injusticia no pueden negarse cualidades superiores al que así dominaba y dirigía esas masas fanatizadas por su palabra, conduciéndolas a la lucha y al sacrificio, no era de cierto un genio superior ni en política ni en milicia; ni sus hechos fueron precisamente los que decidieron de los destinos de la revolución…”

 

BIBLIOGRAFIA

Juana manuela Gorrit, Recuerdos de la Infancia, Salta, 1858.
Atilio Cornejo, Historia de Güemes, Bs. As., 1946.
Emilio Bidondo, Contribución al estudio de la guerra en la frontera Norte, Bs. As., 1968.
Bernardo Frias, Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta o sea de la Independencia Argentina, Bs. As., 1971.
Luis Oscar Colmenares, Güemes Gobernante Católico, en Boletín del Instituto Güemesiano, Salta, 1977.
“Poder y Salteñidad. Saberes, políticas y representaciones sociales”. Sonia Álvarez Leguizamón compiladora. CEPIHA, Universidad Nacional de Salta, 2010, ISBN 978-987-1602-02-5 

Foto “Monumento a Güemes en la ciudad de Salta”. De Gonzalo Rivero – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0. Https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5608795                                                                                                                  Foto “La Muerte de Güemes” Oleo sobre tela de Antonio Alice – 1910 – se encuentra en el recinto de sesiones del Palacio de la Legislatura de Salta. De Antonio Alice – Portal de Salta. 

 

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