Revolución de Mayo – El comienzo –
Santiago de Liniers ¿Héroe o villano?
Hay tanto para hablar de la Revolución de Mayo que no alcanzaría un año del blog para contarla. Ya te habíamos adelantado que al idear la creación de esta página pensamos en hacer que la historia no sean sólo fríos números de un calendario.
Para hablar de la Revolución de Mayo tenemos que posicionarnos en la época. Eran tiempos de independencia, de revolución, de luchas internas, odios y amores.Todo envuelto por ese romanticismo épico que acompaña a las grandes gestas de la humanidad. Eran tiempos en los que Discépolo bien se hubiera regodeado para escribir su cambalache del siglo siguiente. Tiempos de luces y sombras; de locura y sabiduría; de creencias y escepticismo; el invierno de la desolación y la primavera de la esperanza.
Comienzo esta saga de episodios de la Revolución de Mayo unos años antes, 1806 para ser preciso. ¿Y por qué elijo esta fecha? Porque aquí comenzaremos a ver a “los hombres”, a tratarlos como lo que realmente son… seres humanos, con todo lo que significa.
Y el comenzar con las Invasiones Inglesas es sinónimo de “comenzamos con Liniers”. Santiago de Liniers, ¿Héroe o villano? No será el único del que hablemos sobre sus actitudes fuera del bronce, pero en el sorteo (por mí digitado) es el primero.
Santiago de Liniers, cuya partida de nacimiento de la ciudad francesa de Niort, reza Jacques de Liniers, nace el 25 de julio de 1753. Su familia pertenecía a la antigua nobleza francesa del Poitou, con una gran tradición católica y militar. Ya adolescente Liniers se vio beneficiado por el tercer Pacto de Familia de 1761, que permitió a los franceses participar en las empresas militares de España, en igualdad de derechos y obligaciones que los españoles.
Ingresó a la escuela militar de la Orden de San Juan, de donde egresa en 1768, con la cruz de Caballero de Malta. Más adelante llegaría a capitán de navío de la Real Armada Española, Comandante General de Armas de Buenos Aires, virrey del Río de la Plata y, ya en 1807, caballero de la Orden de Montesa.
Luego de varios años sirviendo servicio en Francia,y ante la reducción del presupuesto del ejército (motivado por los tiempos de paz luego de de la Guerra de los 7 años), el subteniente Liniers solicita la baja en 1774.
En 1775 se traslada a Cádiz para ingresar en la armada española, siendo destinado como oficial al puerto de Cartagena, en donde integró una flota con cuarenta y seis buques, bajo las órdenes del general irlandés Alejandro O’Reilly.
Más tarde participa en la conquista de Menorca y en el ataque a Gibraltar, donde salvó su vida arrojándose al agua, al hundirse su buque tras 17 horas de ataque británico.
Posteriormente, al mando del bergantín Fincastle, capturó al corsario inglés Elisa y por su acción fue ascendido, el 21 de diciembre de 1782, a capitán de fragata.
El 21 de febrero de 1783 se casó en Málaga con Juana Úrsula de Menvielle, con quien tuvo un único hijo, Luis. En 1788 fue enviado nuevamente al Río de la Plata para organizar una flotilla de cañoneras, acompañado por su hijo Luis y su esposa.
Al fallecer su cónyuge, el 24 de marzo de 1790, Liniers contrajo un segundo matrimonio con María Martina de Sarratea y Altolaguirre, el 3 de agosto de 1791, en la ciudad de Buenos Aires. Años después, dirigió la fortificación de Montevideo y en 1796 obtuvo el grado de capitán de navío como jefe de la escuadrilla española.
Luego de haber participado de la fortificación de Montevideo y de ser nombrado gobernador interino de las Misiones de Guaraníes y Tapes, en 1804 fue nombrado por el virrey Rafael de Sobremonte jefe de la estación naval de Buenos Aires, pero pronto sería trasladado a la Ensenada de Barragán. Se sentía desplazado por otros oficiales españoles, pues creía tener méritos para un destino mejor.
El hermano mayor de Liniers, Santiago Luis Enrique, Conde de Liniers, participó en una conjura con los ingleses para independizar el Virreinato del Río de la Plata, lo que le causó problemas hasta su muerte en 1809.
Estando en la Ensenada de Barragán se produjo en 1806 la primera Invasión Inglesa, comandada por el comodoro Home Popham. Liniers vio pasar los buques y dio aviso al virrey Rafael de Sobremonte pero no recibió orden de atacar, sino de regresar a Buenos Aires.
Frente al hecho consumado de la toma de Buenos Aires por parte de los británicos el 27 de junio y la huida a Córdoba del virrey, consiguió permiso del gobernador británico para visitar la capital. El 12 de agosto de 1806 inició la Reconquista de Buenos Aires. Atacó la ciudad, venció a los ingleses y obligó a su gobernador, William Carr Beresford a rendirse.
Luego de vencer nuevamente a los ingleses Liniers fue nombrado Virrey interino, confirmado en el interinato por Carlos IV el 24 de diciembre de 1807, y más tarde destituido por la Junta Suprema Central a causa de su nacionalidad. Fue depuesto de su cargo en plenas guerras Napoleónicas.
Tiempo para el amor
Anita Perichón, conocida como La Perichona, había arribado a Buenos Aires junto a sus padres en 1797. Según Vicente Fidel López, La Perichona fue amante de Liniers pero también lo fue de Beresford y que, gracias a sus “buenos oficios”, se llegó a la benevolente capitulación con el jefe británico. Esta hermosa, elegante, atractiva y pícara mujer, como muchos la describían estaba casada con Tomás O’Gorman (hermano de Miguel O’Gorman, fundador de la Escuela de Medicina de Buenos Aires) pero no pasó mucho tiempo para que el irlandés la abandonara.
Anita se hizo realmente famosa por ser la abuela de Camila O’Gorman, la joven fusilada por Rosas en 1848 por haberse fugado con el sacerdote tucumano Uladislao Gutiérrez.
Así llegamos a los albores de la Revolución de Mayo y cada uno de nosotros diremos si nuestro personaje de hoy es héroe o villano. Liniers era amado por aquellos tiempos por un pueblo que lo tenía como su máximo héroe tras propinarle duros reveses al invasor inglés. Pero (siempre hay un pero), su mandato como virrey dejó mucho que desear, sobre todo del lado de la honestidad.
Para muestra basta un botón. En su libro “Delitos ejemplares: Historia de la corrupción Argentina”, Álvaro Abós cita: “Santiago de Liniers, por dos veces reconquistador de Buenos Aires, instauró junto a su hermano una fábrica de pastillas de carne y gelatinas que abastecieron a los ejércitos reales y fueron consumidas en buques de guerra, mercantes y hospitales sin pagar impuestos. La afrenta fue también al equilibrio ecológico, ya que se acusó a la empresa de infectar las aguas del Río de la Plata y afear el paisaje”.
Según Domingo Matheu sobre los ingleses luego de la derrota en las invasiones: “Lo que no ganaron con la ocupación, lo ganaron con el fracaso, pues más de 8.000.000 de pesos de efectos vendieron en esos dos meses por menos de un tercio del valor de plaza para no volverse con ellos a Inglaterra. Los compradores fueron los españoles acaudalados y algunos nativos de igual condición. Todos los desertores de la defensa tomando dinero hasta el 15% de interés para introducirlos en esta plaza los contrabandeaban. En vano fueron los reclamos al Consulado y al virrey Liniers, nada, se hacía el sordo como su predecesor”
Y sigue Matheu confesando: “No sé quién es mi monarca. Liniers es legislador, pone derechos, da empleos de todas clases, ascensos a las tropas veteranas, artillería, marina. Veo que soy vasallo de Liniers. Aquí está de administrador de la Aduana un pícaro francés ahijado de Liniers, que obliga a pagar dobles derechos y alcabalas para el Potosí que ya los han pagado. Los contrabandos se hacen con tal escándalo, que hasta los niños de cinco años pueden dar testimonio. Se toleran con un despotismo que es preciso verlo para creer. A la luz del mediodía descargan y acarrean con escolta. Si Dios no pone remedio a esto no sé qué será de nosotros”.
Para principios de 1809 ya Santiago de Liniers devino de caudillo popular y héroe de la reconquista en uno de los virreyes más corruptos e inescrupulosos de estos lares. A fines de 1809, se designa Baltasar Hidalgo de Cisneros, al que llamaban «El Sordo», por haber perdido gran parte de su capacidad auditiva al estallarle demasiado cerca un tiro de cañón durante la batalla de Trafalgar. Cisneros reemplaza a Liniers, el virrey interino.
Se le complica a Cisneros
El 13 de mayo de 1810 llegó al puerto de Montevideo la fragata inglesa John Paris trayendo al Río de la Plata una noticia grave: el 13 de enero Sevilla había caído en manos de Napoleón. La Junta Central, el último bastión del poder español reconocido por los americanos, había sido disuelta.
El virrey trató de ocultar las novedades incautándose de todos los periódicos que traía el barco. Pero (como digo, siempre hay un pero), uno de ellos llegó a manos de Belgrano y Castelli, que se encargaron de difundir la noticia. Allí Cisneros no tuvo más remedio que dar a conocer la información, que cuestionaba sobradamente su legitimidad, en una proclama emitida el día 18 de mayo, para tratar de calmar los ánimos.
Cartas que queman
“Me han llegado multiplicados avisos y cartas en los que se me confiesa que hay un plan formado y organizado de insurrección que no espera más que las primeras noticias desgraciadas de la península. Si en otra crítica circunstancia decía a V. E. que nada había que temer de ese pueblo, en el día le digo que positivamente reinan las ideas de independencia fomentadas por los rebeldes que han quedado impunes. Mi amado Cisneros, esto está endiablado, yo daría un dedo de la mano por tener una hora de conversación contigo. Estás rodeado de pícaros, varios más de los que más te confías te están engañando. Dime, si tenemos noticias desgraciadas de la península y se verifica una conmoción popular, ¿de dónde puedes esperar auxilios? Sin duda del Perú ¿Y en ese caso qué jefes tienes en aptitud de poderlo conducir? Nieto por sus achaques no es capaz de soportar las fatigas de la guerra. Sólo veo a Goyeneche, pero cuya influencia no sería tal vez igual a la mía para reunir defensores del derecho de nuestro amado Fernando contra el partido de la independencia y de la anarquía”.
Carta de Santiago de Liniers, del 19 de mayo de 1810 al virrey Cisneros informándole de un plan independentista que se pondría en marcha en Buenos Aires. Así Liniers traicionaba la confianza depositada en él por algunos patriotas que no terminaban de convencerse que el ex virrey jugaba para la corona.
Otra carta “ardiente” que flaco favor le hace a Liniers es la de un residente británico de Montevideo que así le escribía al ministro George Canning: “Liniers, siempre un jugador furioso e incorregible, sin talento, ni honor, se le conocía en España antes que yo partiera de allí, como un francés, tanto por sus principios como por su nacimiento. Pero con todo, demuestra la más marcada atención la entrada de buques, porque en ese caso los derechos de aduana entraron al tesoro público, los que son ahora pagados, en forma de coimas, por el privilegio de contrabandear, a una dama francesa, la que vive con él y dispone la entrada de los cargamentos que ya han pagado sus derechos reales en Montevideo, por no entorpecer sus entradas particulares, conseguidas por intermedio de su querida”.
Los Patacones no son de ahora
Sí, Liniers fue el primer gobernante en emitir bonos. Vales reales, moneda sin respaldo, adelantos de tesorería. Esto surge del siguiente documento del Archivo General de la Nación de fecha 7 de diciembre de 1808.
“Don Justo José Núñez, abogado de esta Real Audiencia Pretorial, escribano público y del Excelentísimo Ayuntamiento. Certifico en cuanto puedo y haya lugar, que habiendo el día cinco del corriente, por disposición del Excelentísimo Ayuntamiento pasado con el Señor Alcalde de primer voto, don Martín de Álzaga, a la tienda de platería de Juan de Dios Rivera, a inquirir si efectivamente trabajaba de orden del superior Gobierno una lámina para formar con ella Vales Reales o Papel moneda, le encontramos grabando en una de bronce del tamaño o dimensión de poco más de cuartillo de papel las Armas Reales después de otros dibujos que tenía ya grabados por sus extremos, y el mismo Juan de Dios expresó al Señor Alcalde que aquel trabajo lo hacía por mandato de la Superioridad, que se le había encargado la mayor brevedad, significándosele que aquella lámina era para imprimir Vales Reales, que por lo tanto trabajaba sin cesar y que dentro de pocos días la daría concluida. Y en virtud de mandato del Excelentísimo Cabildo, signo y firmo la presente en Buenos Aires, a siete de diciembre de mil ochocientos ocho”.
Resistiendo la Revolución
Luego de su instalación, el 25 de mayo de 1810, el primer gobierno patrio buscó el acatamiento de las provincias y para ello destacó expediciones al norte y al Paraguay. Pero en Córdoba debieron enfrentar el primer foco de resistencia, encabezado nada menos que por Santiago de Liniers.
El 25 de mayo de 1810 a horas de la noche, el ex virrey Cisneros envió a Córdoba a un joven de 17 años, José Melchor Lavín, con cartas a Liniers con la orden de resistir a la Junta. El mensajero llegó a destino el 30 de junio y se alojó en la casa del deán Funes. Así, Funes fue el primero en enterarse de lo que acontecía en Buenos Aires y de los planes de resistencia de Cisneros y Liniers.
Funes llevó a Lavín a la casa del obispo Orellana fingiendo participar en los preparativos de la resistencia, y así enterarse de los detalles y comunicarlos a la Junta de Buenos Aires. En casa del obispo, se sumaron a la reunión Santiago de Liniers y el gobernador de Córdoba, Gutiérrez de la Concha.
El gobernador propuso juntar tropas en Córdoba y marchar sobre Buenos Aires. Liniers opinaba que lo mejor sería marchar hacia el norte, a la espera de los refuerzos de las tropas del Virreinato del Perú, y luego sí atacar la capital. El deán Funes hizo todo lo posible por que los conspiradores permanecieran en Córdoba, para que se mantengan más al alcance de Buenos Aires.
Liniers se dejó convencer y la contrarrevolución se puso en marcha. Recibieron el apoyo de las tropas españolas del Alto Perú junto a dinero proveniente de Lima.
Belgrano y Saavedra enviaron sendas cartas a Liniers invitándolo amablemente a deponer su actitud, pero este les contestó con insultos y amenazas.
El levantamiento fue pronto sofocado y los conspiradores apresados. La Junta tomó entonces la decisión de fusilar a los rebeldes. El doctor Juan José Castelli fue el encargado de hacer cumplir la orden de la Junta. En Cabeza de Tigre, Córdoba, fueron ejecutados el general Santiago Liniers, el brigadier Juan Gutiérrez de la Concha, el coronel Santiago de Allende, el oficial real Joaquín Moreno y Victorino Rodríguez, asesor de legal del gobernador de Córdoba.
Hasta aquí un breve pantallazo de la vida pública de Liniers en épocas de la Revolución de Mayo. La historia está plagada de hechos frases y jugosas anécdotas que nos propusimos contarles y con los que podamos debatir para aprender del pasado para hacernos un buen futuro.
Fuente: Felipe Pigna; Los mitos de la Argentina Secreta, Editorial: Booket, 2004 Archivo general de la Nación
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